A veces uno, como Hamlet Lima Quintana, se despierta contento. Y por eso después de desayunar sale a trajinar las calles del pueblo. Y toda la comarca es una arcadia llena de colores y aromas. Los pájaros pian desde los árboles. Las calandrias cantan. El agua en las acequias corre generosa regando huertas y jardines. El arroyo espeja los sauces llorones. Mis pasos me llevan al camino que lleva a las chacras y veo la cascada que canta su letanía jubilosa. Más allá el bosque petrificado me habla de un pasado milenario.
Por la tarde ¿Ay, las tardes de Valcheta!! Generosas de crespúsculos donde el sol ensangrentado se pierde tras el horizonte recortando la silueta de los álamos. Y me digo –mañana seguro habrá viento y Eolo hará der las suyas. Pero nace el poema.
ATARDECER EN VALCHETA
El horizonte ensangrentado
Tiraniza la tarde.
Con el último arrebol
Pareciera que las nubes
Encendidas arden.
Hasta las copas
De los árboles
Lucen lampos
De rojizos
Otoñales.
Entre rojas nubes
Silencioso y sin alardes
El sol se marcha
Lentamente con la tarde.
Personeras del viento
-eso se sabe-
Algo anuncian
Con su roja pelambre.
Atardece en Valcheta.
El ocaso granate
Escribe con sangre
Su postrer mensaje.
Heraldo del viento
Bermejo el paisaje
Ensangrienta
El cielo
De encarnados
Encajes.
Y el cielo incendia
Otro día su traje.
Mi pueblo es hermoso. Su valle es un vergel forjado por los pioneros con la pasión de los iluminados. En el verano todo presagia un paraíso. Lleno de aromas, los ligustros y las acacias saludan al viandante. Los loros parlanchines se despiden de su hábitat en las riberas para ir a ganarse el sustento cotidiano. En las riberas el verde marea como un mar. Desde el viejo puente ferroviario sobre el arroyo las paralelas de las vías se juntan en el horizonte. Más allá la estación entona su tango de adioses y nostalgias. Algunas abejas liban el néctar de las flores silvestres de las jarillas.
En Valcheta se produce de todo: dulces, miel, nueces, pollos de campo, chivitos, lechones, de todo…
Si el forastero visita Valcheta conocerá a su gente, escuchará a sus cantores, probará sus manjares, beberá el agua de su arroyo y siempre volverá.
Pensando en ello los versos me llegan presurosos y prietos en celdillas iguales. Los recuerdo y no quiero que se me olviden. Me apresuro. Llego a casa y los ordeno como soldaditos en un desfile:
VALCHETA BENDITA
Los huevos caseros
Que vende Bañares
Dulces “el arroyo”
Sabrosos manjares.
Aceite de oliva
Vinos regionales
Cerezas maduras
Los verdes parrales.
Tomates de Astrada
Lechones locales
Espárragos tiernos
Árboles frutales.
Tus claras acequias
Noches estivales
Valcheta qué lindo
Hermoso tu valle.
Melones redondos
Nueces especiales
Ramitos de albahaca
Floridos rosales.
Chivitos de campo
Ricos animales
Los hornos de barro
Crocantes los panes.
Licores de frutas
Guindados amables
Que dulce la miel
Que dan los panales.
Su verde comarca
De todo a raudales
Valcheta bendita
Caricias de madre.