Fue Domingo Faustino Sarmiento una de las figuras claves del siglo XIX y tal vez uno de los mayores ensayistas de la Argentina.
Polémico, audaz, ocurrente, temperamental, apasionado, tuvo aciertos y errores. Un verdadero volcán en erupción que dejó su impronta en las más variadas actividades que le tocó protagonizar: la literatura, la educación, el periodismo y la política.
Lector voraz y desordenado hizo acopio de sus lecturas y las supo utilizar a destajo, en especial a los autores y filósofos que supo admirar casi con veneración.
Sin embargo hay una faceta casi desconocida del sanjuanino de la que poco se sabe y se ha escrito: el Sarmiento constitucionalista.
Pero antes que nada habría que detenerse en su concepción del hombre y la formación de la sociedad.
En una carta a Lastarria (cultivaba con denuedo el género epistolar) fechada en Madrid, le expresa que “Es para mí el hombre un animal antropófago de nacimiento que la civilización está domesticando, amansando, de cuatro a cinco mil años a esta parte; y ponerle sangre a la vista es sólo despertar sus viejos y adormecidos instintos. El hombre, además, tiene tantos instintos malos como buenos, y un sistema de creencias y espectáculos, esto es, de ideas y de manifestaciones, puede formar irrevocablemente el carácter de un pueblo. No es otro el secreto de los gobiernos corruptores; la sociedad los apoya, aplaude y ayuda: en ella misma encuentran sus instrumentos que son todos los hombres, porque todos tienen su lado malo”.
Pasados casi treinta años en un artículo publicado en “El Nacional” sostiene que “y no siendo ni ángeles, ni buenos siquiera, todos los individuos que componen internamente el pueblo, ha de ser tal la estructura del gobierno que no puedan destruirlo los errores prevalentes de los unos. El hombre prehistórico ha sido bípedo miserable y feroz (Perón los calificó de bípedos implumes), que ha ido mejorando su gobierno desde el salvaje, el bárbaro (tema recurrente en Sarmiento) al griego, al romano, al cristiano, al inglés, y hoy va en camino de alguna estructura un poco mejor, pero no se ha de mejorar y probar aquí, entre nosotros, ensayo también de República, con mezcal de indio, de español, de cristiano, de católico, de inexperiencia”.
Entrando en la face de su concepción del Estado afirma que “se necesita que al timón del Estado no estén los que menosprecian cuánto hay de alto y elevado en el hombre”.
Influido por las ideas de Montesquieu, Tocqueville y Fourier entre otros, pensaba que el hombre estaba alejado de la vida virtuosa, cuya máxima concreción es el Estado. Creía como los padres fundadores “que el ser humano no era sino un átomo de egoísmo”, pero sí creía en cambio “que una buena constitución política podría llegar a controlarle”.
Munido de ese ideario le escribe a Avellaneda: “educar a la Nación Argentina, compuesta hoy de un millón de bárbaros ignor5antes y pobres, gobernados por diez mil ricos y letrados, no menos ignorantes en la ciencia de fundar y establecer una República”.
“los pueblos –dice Sarmiento- no son teorías abstractas. Son agregados de voluntades, pasiones activas, intereses, y el derecho con que un hombre en el poder sostiene su existencia en ese poder como necesaria es el mismo derecho con el que lo cree un obstáculo a la felicidad, a la Patria, lo combate”.
Sobre la autoridad y la jerarquía se preguntaba lo siguiente “¿De qué se trata entre nosotros, cuando de nombrar un presidente por seis años nos ocupamos? De realizar uno de los actos más solemnes de la vida humana, por cuanto es animal gregario el hombre, y no puede la tribu, el pueblo, la nación que forma, marchar sin un guía a la cabeza”.
La Constitución –dice- no se ha hecho únicamente para dar libertad a los pueblos: se ha hecho también para darles seguridad, porque se ha comprendido que sin seguridad no puede haber libertad. Nuestra idea del gobierno es que es un instrumento o una combinación de medios, para asegurar la libertad de los individuos, sin perturbar la tranquilidad pública”.
Más allá de sus errores (al mal Sarmiento buena podadera) que fueron muchos porque también obró mucho, creyó en “el movimiento de las ideas, la estabilidad de las instituciones, el orden para poder agitar mejor, el gobierno con preferencia a la oposición, he aquí lo que puede de mis escritos colegirse con respecto a mis predilecciones».
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta