Si miramos los hechos de la historia argentina en un amplio contexto podremos observar que corrupción hubo siempre. Y ésta ligada a la entrega de nuestras riquezas a intereses foráneos que nos sometieron a un colonialismo económico sin precedentes.
Estos actos deleznables fueron denunciados en su momento por esclarecidos argentinos que pagaron su valentía con el ostracismo, el silencio y la persecución de los poderosos del momento. Ejemplos sobran: Manuel Ugarte, el colombiano Rufino Blanco Fombona, Raúl Scalabrini Ortíz, Leopoldo Marechal, Arturo Jauretche y tantos otros.
El periodista Evaristo Carriego, (abuelo del poeta) en la revuelta Buenos Aires de 1879 escribe en su diario “Los Castigos” un artículo titulado: “Crónica”, donde denuncia con fuerte voz los excesos del gobierno de Avellaneda. Merece transcribir un párrafo de dicha nota donde dice que “Es indudable que de lo sublime a lo ridículo hay solo una pisada de mosquito. Así vemos que ciertas frases en la boca de un hombre son una promesa inquebrantable, en la boca de otros son un risueño sarcasmo que si algún efecto producen es el de la más franca y chacotona carcajada”.
“Esta reflexión se me ocurre leyendo el mensaje que el “punguista” Avellaneda (se refiere al Presidente) ha publicado antes de presentarlo al Congreso, y cuyo mensaje termina con estas palabras: “La ley de elecciones libres que saldrá de este recinto, será obedecida desde el Plata hasta Jujuy y hasta los Andes, y es mi deber como será mi honor sellar su ejecución hasta con mi sangre”. Todo el mundo sabe que Avellaneda es el ser más “collon” que come pan, capaz de llorar como un recién nacido ante la perspectiva de un arañazo. ¿Cómo diablos va a sellar con su sangre, ni aún la libre punga? Lo que el doctor Avellaneda debía sellar, no con su sangre, que no es necesaria, sino devolviendo parte de los dineros que se han hecho humo, es la honradez del Gobierno Nacional, asociada hoy a los Telferner, los Mones y los Victorinos de la Plazoleta. Devuelva la mosca, amigo, y deje en paz su sangre que harto la han de necesitar las chinches de su cama. Devuelva la mosca”.
Ezequiel Martínez Estrada (otro de los argentinos silenciados por decir la verdad y denunciar las trapisondas con los intereses del país) hablando sobre que algún día su obra sería leída y juzgada con equidad, esperaba “que esto ocurra, no cuando mi país y el pueblo recuperen el uso del buen sentido del bien y del mal y el hábito de la moral corriente, sino cuando se cree en América Latina una conciencia propia de lo que somos, la con ciencia de situación en pueblos e individuos colonizados y en naciones subdesarrolladas a las que se les dieron constituciones y leyes para mantenerlas cautivas sin necesidad del cepo; cuando se admita lealmente que hemos sido reducidos, por una labor inteligente y constante de usurpadores y bandidos, a la condición de enemigos de nosotros mismos, a la condición de servidores gratuitos o mal remunerados de los dueños del mundo”.
¿Habrá llegado el tiempo en que los ciudadanos de esta república indolente recuperen el valor de reflexionar sobre el despojo al que se ha visto sometida la Argentina durante tantos años?
¿Habrá quién se conduela y guarde luto por una Patria entregada de pies y manos a los oscuros intereses de los que dominan con sus maquinaciones los intereses espurios del mundo global?
¿Se tendrá conciencia que en vez de un gran país se ha construido una república mendicante que vive hoy en la periferia de todas las decisiones?
La urgencia de la hora necesita una toma colectiva de conciencia que nos permita vivir con alegría, decoro y dignidad una Patria como la que soñaron nuestros mayores: Justa, Libre y Soberana.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta