Bosque Petrificado de Valcheta: Un Monumento de 80 Millones de Años


Atravesando cuatro senderos bien demarcados, orillados por alpatacos, coirones, tomillos, jarillas, solupes y molles, se recorre el bosque petrificado de Valcheta.

Este año llegaron a la localidad rionegrina, visitantes de tres de los cinco continentes (Europa, Asia y América), algunos por la curiosidad que despierta el descubrir un oasis en medio de la semiárida meseta patagónica y otros por el interés específico de reconocer en un área natural protegida, un patrimonio paleobotánico que fue declarado monumento natural en el año 2002.

Desde la costa patagónica oriental, Valcheta es la primera localidad importante de la Línea Sur, donde la presencia del agua dulce del arroyo permite cultivar frutales, plantar bosquecitos, armar quintas, plazas, patios y huertas con distintas especies.

El predio protegido por ley provincial, fue cedido por los sucesores de Ismael Rada, un vecino, quien fue el propietario original de las 55 hectáreas del parque.

Dos senderos de recorrido pedestre -el jarillar y el tomillar- que llevan aproximadamente 45 minutos entre ida y vuelta, y otros dos -el hacha de piedra y el cactus- para un tránsito entre una hora y una hora y media en bicicletas que se alquilan en la entrada del lugar, llevan hasta los fragmentos de troncos fósiles de mayor volumen que han quedado semi-desenterrados en sus sitios originales y en estado natural.

Sus presencias hablan de la historia de una Patagonia de clima subtropical a tropical, rodeada de lagunas, lagos, ríos, con ingreso de aires cálidos del pacífico. El área desarrollada durante el cretácico superior, con una antigüedad entre 75 a 80 millones de años, supo ser un bosque compuesto por una comunidad de árboles maduros de mediano porte, con una altura media de 20 metros aproximadamente, con un elemento dominante del estrato superior (posible Podocarpaceae) y un sotobosque con Cycadales y palmeras en zonas abiertas.

La presencia y observación de los anillos de crecimiento bien definidos en las coníferas indican una estacionalidad climática durante todo el año, y su espesor, la presencia de lluvias y humedad en primavera y la existencia de una estación seca.

Fuertes movimientos de la tierra o cambios bruscos de temperatura; sea cual sea la teoría, los troncos derribados por reiterados cataclismos, movimientos sísmicos y repetidas erupciones volcánicas, fueron fragmentados con dirección noreste. Al quedar tumbados, grandes cantidades de cenizas que los cubrieron por completo -coincidiendo con el tiempo de surgimiento de la actual Cordillera de los Andes- impidieron que la madera entrase en descomposición por la falta de oxígeno y humedad, mientras absorbían minerales como el anhídrido silícico (mineral que se encuentra en el agua del mar) que reemplazo la estructura química de estos árboles, mineralizándolos y  convirtiéndolos en piedra, mientras permanecía su estructura física intacta.

Así, rastros de un brillo concedido por el sílice, tintes de óxido de hierro, calcita, ópalo y yeso, se distinguen en troncos, ramas, anillos de crecimiento, corteza y vetas, claramente identificables.

Significativamente, los 229 restos fósiles a simple vista y un recorrido que llama a descubrir también flora y fauna de la meseta patagónica y sus propiedades, suma interés a conocer otras joyas históricas locales como el Museo Histórico -uno de los cuatro más importantes de la provincia- o lugares de interés natural como Chipauquil donde se encuentra la mojarra desnuda, una especie de peces única en el mundo, endémica en las nacientes del Arroyo Valcheta, para su preservación fue declarada Monumento Natural de la Provincia de Río Negro.

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